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.: Caer :. [Roma]

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ArgieArgie's avatar
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Caer…eso duele.

¿Qué es caer realmente?

Caes cuando tropiezas con tus pies, con piedras o cuando bajas abruptamente de un árbol. Caes cuando te golpean, cuando te golpeas.
Caes y te lastimas. Pero puedes caer de otras formas, caer en una dicha, en la felicidad. Conocerlas y sentir amor. Caer en el amor duele, y a la vez, se siente hermoso. Es algo único, único que quizás solo los animales y los humanos sentiremos en algún momento de nuestra corta vida.

Eso es carpe diem. Vivir el momento.

¿Entonces, cómo es vivir?

Nadie lo sabe con certeza. Simplemente vives. Respiras, comes y tienes familia como todos los seres vivos.

¿Cómo se vive?

Se vive aprendiendo. La vida es eso, aprender.

¿Qué es la vida? ¿Cómo se mide, cómo se trata?
La vida es lo que nos mantiene en este mundo, es el nexo entre lo que es y será; es aquella que logramos concebir, al menos una vez, en nuestras memorias.

¿Sabes vivir?
No sé, no sé vivir. Lo hago bien o lo hago mal, no lo sé. Conozco la vida, pero también no creo en conocerla.
¿Cómo hacer?
Improvisando, quizás. Nunca fui bueno en admitir mis pensamientos verdaderos. ¿Cómo haces para confiar? Todos apuntan sus espadas contra mí, y sin embargo, no tengo miedo de avanzar.

¿Cómo vences ese miedo?
No lo venzo. Al menos, no creo vencerlo. ¿Cómo le ganas a un miedo?

Enfrentándolo.
Sí, enfrentándolo. ¿Cómo le ganas a la muerte? ¿Cómo logras hacer que tu caída sea menos dolorosa? ¿Lograría algo bueno en esto?

No puedes ganar. Estás destinado a perder.
Al menos lo intento, y logro hacer que el reloj se vuelva lento.

El reloj jamás deja de avanzar, siempre irá un paso delante de ti. Siempre.
¿Cómo estás tan segura?

Porque lo único seguro en la vida, Romulus, es la Muerte…
───

¿Por qué había recordado eso? ¿Por qué justo ahora?

El grito de dolor que había dado había sido uno que jamás dio en su vida. Dolía, por Dios que sí dolía. ¿Qué había pasado? Sentía cansancio, dolor, angustia. ¿Desde cuándo era así?

El filo de una larga espada lo había atravesado hasta hacerlo vomitar sangre por la boca, con la expresión de asombro que no cabía dentro de sí. ¿Qué pasaba ahora?

Sentía el tiempo lento, tan lento que era desesperante. ¿Había perdido? ¿Realmente no quedaba más que caer? Su mente era un nudo completamente inservible, que solo hacía pasar memorias desde tan viejas como el tiempo mismo hasta lo último que vio esas semanas.

Ni el fuego ni el ruido de la ciudad de Roma en llamas pudo apaciguar los gritos de dolor y de horror que se escucharon de los protagonistas que habían allí al ver la misma escena que el romano vivía. Gritos con el nombre de él y de su rol como padre se escuchaban con un llanto que explotaba ante una mirada tan fría y tan sedienta de sangre, de su sangre que no dudó en expropiar la espada que le atravesó con fuerza, volviendo a desgarrar su interior mientras el mundo caía como si los segundos se hubiesen vuelto horas.

¿Esto era El Fin? ¿Se acabó? La respiración le faltaba porque sus pulmones se llenaban de sangre, se estaba ahogando, y rápido. Ni siquiera sintió cuando cayó de espaldas, su cabeza estaba aturdida, no podía escuchar más que lejanas voces y que la vista se le cruzaba entre fija y borrosa cada vez más.

Si podía escuchar esos llantos al final de sus oídos, pero lo que quedó marcado en su mente cuando el germano quitó su espada de él fue, con su voz gruesa y firme, las últimas palabras claras que él le diría.

─ Roma. Cae. ─Dijo, viéndose como sacudía su arma y derramaba la sangre del romano sobre las piedras de la calle, sin siquiera sentir piedad alguna al ver como los pequeños nietos de Roma se acercaban llorando a abrazar a su moribundo abuelo, llorando con desesperación al ver que estaba bañado en sangre y que cada vez veían como se estaba yendo, llamándolo mil veces, y el romano apenas verlos a ambos a los ojos.

Esa desesperación empezaba a atraparlo.
No. No quiero morir.
¡NO QUIERO MORIR!
─ ¡Abuelo! ─Llamaban constantemente al romano que apenas y pudo virar la cabeza, tragando la propia sangre, sintiendo el sabor de su sangre en su boca al igual que la sal de las lágrimas de los pequeños que lograban escapar de los brazos que los retenían para ir con él.
Necesitaba respirar, necesitaba un poco más. Necesitaba más tiempo; ¿por qué lo abandonaban?

No puede dejarlos solos, son tan pequeños. ¿Qué harán ahora? Germania y sus aliados están locos, están con ideas que de simplemente haberlas pensado en sus momentos le habían quitado el sueño. De todos modos, no podía llorar, ¿por qué no podía llorar?

El miedo le impedía llorar. No quería despedirse, odiaba las despedidas. ¿Por qué tenía que marcharse? Su fuerza se agotaba, apenas podía respirar ahora y sentía la cabeza pesada, los párpados y todo el cuerpo.

No reaccionaba a los llamados, los gritos, las amenazas o las palabras en general. Todo lo que dijeran lo escuchaba lejano, y apenas podía ver. No quería morir, no quería. Las lágrimas al final salieron cuando cayó en la cuenta que tuvo que volver a darle la razón a esas miles de tardes que se hacían de noche y terminaban hablando sobre todo lo que pensaban con la familia helénica. ¿Por qué el tiempo no quiso darle más oportunidades? Ahora no quería irse, tenía mucho que cuidar, tanto que amar; tanto que vivir. Quería vivir, y ahora lo único que podía escuchar era a La Muerte.

No tenía miedo de morir, tenía miedo de cómo iba a hacerlo y lo hizo de la peor manera. ¿Por qué murió frente a todos sus seres queridos? Creyendo en una causa justa, quizás solo su honor de guerrero iba a quedar bien en alto ahora que su cuerpo comenzaba a morir. No pudo pronunciar palabras concretas, y solo pudo ajustar su fuerza para acariciar la cabeza de uno de los tantos pequeños próximos países estaban ahí con él, junto con sus nietos que todos parecían entender la situación, menos él.

No recuerda quien fue, pero lo que le partió el corazón, y lo último que escuchó antes de cerrar para siempre sus hijos fue un llanto con un grito que le desgarró el alma.

─ ¡NO TE MUERAS, PAPÁ! ─Se escuchó a los cuatro vientos, pero él no pudo responder, simplemente dejó de sentir, de escuchar y de hablar, cayendo como peso muerto su brazo en alza, habiendo llorado en el momento en el que escuchó todas esas palabras que le impedían morir.

Lo siento…
Perdí.
Pobre Roma </3 :(

Hetalia le pertenece a Hidekaz Himaruya.
© 2014 - 2024 ArgieArgie
Comments1
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NigaiSuiren's avatar
Wow!Super profundo! <3 Me ha gustado mucho!!
Y que triste la historia pero es cierto,al final todos acabamos perdiendo tarde o temprano,porque eventualmente todo el mundo se queda sin tiempo.